lunes, 30 de noviembre de 2009

3. EL PROFIRIATO



El Porfiriato constituye un caso clásico de capitalismo dependiente en expansión. A partir de 1880 que se dio una especie de unificación y consolidación de la clase dominante del país, simbolizando tal hecho el matrimonio del mismo Porfirio Díaz con una hija de Manuel Romero Rubio, el cual, aunque siendo liberal, se conectaba a través de su esposa con la clase dominante tradicional y con la alta jerarquía eclesiástica.




Entre 1880 y 1896 se instaló un nuevo sistema hacendario y se tomaron otras medidas favorables a la centralización de las decisiones y se tomaron otra economía y gasto público. Desde los primeros tiempos del régimen de Porfirio Díaz, el interés norteamericano en invertir en México era evidente. Pero el gobierno mexicano no tenía la intención de limitar las amenazas virtuales del vecino del norte. En cuanto a la minería la ley de 1892, abandonando la tradición española de la propiedad privada, irrevocable y perpetua según una concepción individualista. Los capitales extranjeros constituyen uno de los temas más notorios en la concerniente al Porfiriato, existe la tendencia a considerar que suscitaron el crecimiento económico del periodo. La dependencia tecnológica hacia el exterior siguió siendo muy fuerte.



El gobierno porfirista estaba fuertemente influenciado de las ideas del liberalismo económico, lo que favorecía la colocación de capitales extranjeros en nuestro país, ya que dicho capital contaba con un “Estado Policía”. La dependencia respecto al exterior, se manifestó en la orientación general de las inversiones y en la proyección de la economía nacional hacia el exterior.
Existía el grupo de “las 170” que eran las sociedades anónimas importantes que existían en México en 1910-1911, tenían un capital conjunto de 1650 millones de pesos. La inversión se centraba en tres actividades: ferrocarriles, minería y bancos.
El capital extranjero tenía una enorme importancia en la economía mexicana. De las 170 sociedades anónimas consideradas, ejercía el control sobre 130. El capital extranjero dominaba todas las actividades más importantes de la economía nacional, en las que invertía el 53% de los ferrocarriles, hacia el 100% en petróleo.
Las actividades que tenían una mayor inversión eran la minería y metalurgia, el petróleo, los bancos, la electricidad, la industria, los ferrocarriles y las empresas agrícolas.

El grupo norteamericano era el más importante y ejercía una poderosa influencia en nuestra economía en la época porfiriana.

El grupo británico ocupaba el segundo lugar del poder económico y le correspondía alrededor de la cuarta parte del capital de las 170 sociedades anónimas más importantes del país







En tercer lugar se colocaba Francia de entre los grandes inversionistas en la economía mexicana.













En cuarto lugar se encontraba el grupo mexicano compuesto por dos sectores, el formado por el gobierno y el constituido por el sector privado mexicano.



Al finalizar el Porfiriato, más del 95% de las aldeas comunales habían perdido sus tierras. La expropiación en gran escala de tierras indígenas creó una nueva reserva de mano de obra. Las nuevas plantaciones, las minas y en menos grado las industrias, tenían necesidad de trabajadores.

Durante este periodo había cuatro clases de trabajadores en las haciendas mexicanas:
1) Peones de residencia permanentemente conocidos por diversos nombres
2) Trabajadores eventuales que labraban las tierras de la hacienda por tiempo ilimitado durante el año
3) Arrendatarios
4) Medieros o aparceros
Los peones acasillados o gañanes, vivían permanentemente en la hacienda. Su ingreso provenía de diferentes fuentes. Había la pequeña parcela que les cedía el hacendado; una ración de maíz y a veces otros bienes que les dejaban anualmente las haciendas.
La primera obligación de los peones era labrar las tierras del hacendado o cuidar el ganado cuando fuera necesario, pero a veces tenían que hacer trabajos domésticos y ocasionalmente se les requería para pelear por la hacienda.
Durante el Profiriato el trabajo en las haciendas tomó diferentes rumbos en el sur tropical, en la mesa central y en el norte del país. Los agricultores del sur tenían varias maneras de incrementar la producción:
1) Aumento en el uso de maquinaria.
2) Utilizando la mano de obra contratada.
3) Cambiando el modo de utilizar a los trabajadores de la hacienda.
4) Aumentando el número de los trabajadores procedentes de las aldeas comunales.
Los trabajadores contratados eran campesinos desposeídos y trabajadores desempleados de la ciudad de México y de otras partes del centro, atraídos a los trópicos por los altos salarios que se ofrecían o simplemente inducidos a firmar contratos durante una borrachera.
En cuanto a la educación, el carácter laico de la enseñanza es el consiguiente forzoso de la independencia de la Iglesia y el estado. La instrucción religiosa y las prácticas oficiales de cualquier culto quedan prohibidas en todos los establecimientos de la federación de los estados y municipios.
El objetivo de la educación primaria era “desarrollar armónicamente la naturaleza del niño, en su triple modo de ser: físico, moral e intelectual, único medio de formar en el un hombre perfecto.”
Se consideró urgente la educación de los adultos, pues estos eran los primeros que debían depositar “el germen de las virtudes morales y cívicas en el corazón de sus… hijos” y ayudar al maestro en su tarea educativa.
Otra de las realizaciones en la línea de la integración de la enseñanza oficial fue la “nacionalización” de las escuelas lancasterianas y de la beneficencia, en 1890. Tal vez lo más importante de la época porfirista, para el futuro educativo de las masas, fue lo que no pudieron realizar quienes lo pugnaron por mejorar y expandir la educación; lo que no dejaron de exponer y repetir por todos los medios: la creación de un sistema nacional de educación capaz de producir las transformaciones del país.
Durante el Porfiriato la educación local se dejó bajo la tutela de los ayuntamientos y gobiernos estatales, pero al mismo tiempo el gobierno federal pretendió dirigir y controlar la educación elemental de todo el país.

Positivismo en el Porfiriato.

La palabra positivismo, utilizada para designar una serie de corrientes de pensamiento que tuvieron vigencia en México en el último tercio del siglo XIX y en las primeras décadas del XX, puede ser tomado en dos sentidos, uno estricto y otro amplio. El positivismo como casi toda la filosofía moderna, tiene ante si el espectacular desarrollo de las ciencias de la naturaleza. Y su máximo representante fue Augusto Comte.

Aunque el positivismo mexicano no había suscrito la religión de la humanidad que predicó Comte, no pudo sustraerse a los impulsos religiosos, no pudo ser definitivamente laico en los campos de intelecto y la educación.
El primer impacto oficial del positivismo en México fue propiciado por Juárez quien nombró una comisión compuesta por políticos liberales y científicos distinguidos para organizar la educación.
El éxito en la difusión del positivismo en México dejaba mucho que desear. Ya en los inicios de la época de Díaz había fracasado en su propósito de propagar el positivismo.
Díaz puso en práctica su política conciliadora bajo la consigna que popularmente se llamó pan y palo (favoritismo a los partidos y represión a los opositores). Su filosofía política era sencilla: para mantener la paz y garantizar el orden económico había que utilizar la fuerza física. “Paz, Orden y progreso”. El positivismo como sistema educativo adoptado en la Escuela Nacional Preparatoria fue la cuestión que afectó, principalmente en la ciudad de México, a la opinión pública por los años de 1880. El positivismo en política no era más que el empleo de la ciencia para diagnosticar y atacar los males sociales.